domingo, 29 de abril de 2018


https://aufop.blogspot.com/2010/11/el-maltrato-psicologico-en-la.html

El maltrato psicológico en la Universidad. El Silencio de los corderos



Autor del libro “Mobbing” (Aguilar)
Profesor titular de Organización y Recursos Humanos de la Universidad de Alcalá (Madrid).


Ante las continuas quejas que un viejo catedrático profería contra los fallos de la Universidad y las sistemáticas alabanzas que hacía de las virtudes de la empresa privada, otro catedrático ya cansado de oírle le propuso lo siguiente:

- Si tan buena es la empresa privada, ¿porqué no te vas allí a trabajar?

El otro tan campante le respondió:

- Porque si hiciera allí las cosas que hago en la Universidad de seguro me echarían a la calle.

Esta anécdota verídica señala uno de los principales problemas de gestión de recursos humanos de las universidades en la actualidad: la habitual ausencia de responsabilidad y la correspondiente impunidad de las actuaciones de muchos de sus responsables.

Si realizamos un análisis de las características que presenta la política de recursos humanos en las universidades encontramos un “manual” de cómo no deberían ser gestionados los recursos humanos de una organización.

Analizando la estructura organizativa de la Universidad encontramos una serie de organismos que meramente yuxtaponen a las personas que desempeñan allí su trabajo en unidades o departamentos, con una verdadera ausencia fáctica de responsable. Quien desempeña a diferentes niveles la función de mando suele ser un gestor que funciona a base de votos y nombramientos y que no suele tener que dar cuenta o asumir responsabilidades más que de una manera formal.

Ese sistema genera con el tiempo el desarrollo de un tipo de régimen clientelar o cautivo en el que la mayoría termina participando.

Al margen de toda profesionalidad en la dirección de personas, y al amparo de un sistema cerrado como es el universitario terminan desarrollándose de manera informal normas implícitas y estructuras de poder informales y paralelas que se terminan constituyendo en clanes, camarillas, regímenes o “mandarinatos” que se perpetuan a lo largo de los años con independencia de quien dirija en ese momento la Universidad correspondiente.

Quien participa en estos juegos de poder suele arriesgar poco o a nada con su actuación. Y quien tiene poco que arriesgar, termina infringiendo todos los límites calculando oportunistamente que puede comportarse de cualquier manera sin correr riesgos. De la falta de contrapesos internos y de la extensión de una atmósfera de impunidad son diferentes pretextos se generan los abusos de poder, la discriminación, los atropellos a los derechos fundamentales de la persona y más concretamente el atropello a la dignidad que merece todo ser humano.

La ausencia de responsabilidad y la impunidad en las actuaciones se materializa en diversos fenómenos a la orden del día en la Universidad actual como son la poca relevancia de las evaluaciones docentes, la falta de respeto a la dignidad y el maltrato psicológico hacia alumnos, becarios, profesores jóvenes o recién llegados, y la violencia psicológica constatable en los consejos de departamentos, claustros, concursos de plazas, tribunales, comisiones, etc…

De este modo actitudes prepotentes y comportamientos violentos y destructivos que hace tiempo son mal considerados y rechazados por ser contrarios a los valores democráticos asumidos por la sociedad civil, y que también son rechazados por las empresas por ir contra todo cuanto y el management moderno y las teorías de recursos humanos postulan, se mantienen vigentes y son vistos con cierta naturalidad banalizándose y trivializándose su existencia en nuestra Universidad actual.

La impunidad y la ausencia de responsabilidad consagran el “todo vale” desencadenando la “Ley de la Selva”, con lo que las rivalidades y los enfrentamientos se materializan en la depredación del más vulnerable, del que es diferente, del más amenazante intelectualmente para otros, o sencillamente del que no dispone de “padrinos” influyentes.

Años de un funcionamiento impune y de actuaciones al margen del más mínimo reproche, no ya jurídico, sino meramente humano consagran y refuerzan la actuación de una serie de individuos que funcionan en sus relaciones humanas a modo de verdaderos “psicópatas organizacionales”, comprando o eliminando a los que estiman sus rivales en esa selva en la que han transformado a la Universidad. Para estos, el fin a alcanzar justifica la utilización de cualquier medio. Estos individuos, a salvo en la impunidad que les garantiza la Universidad Pública se sienten al abrigo en un tipo de sistema clientelar que han conseguido tejer y mantener en el tiempo. Al cabo de los años perfeccionan un comportamiento que termina destruyendo lo que era el mejor patrimonio de la Universidad: el debate académico, la libertad de cátedra y de pensamiento, la solidaridad, la igualdad de oportunidades para todos, el principio de mérito y capacidad, y por supuesto la ética.

Estos “psicópatas organizacionales” destruyen con su actuación el capital intelectual humano de la Universidad, extinguiendo la creatividad, la iniciativa y la comunicación, con lo que las personas subyugadas o sometidas por el miedo, se transforman en trabajadores desmotivados y alienados de su propio trabajo. Propagan así a su alrededor una verdadera atmósfera de mediocridad y de temor en la que sobreviven bien.

Así es como la Universidad ha llegado a transformarse para muchos de sus mejores recursos humanos en una organización “feudal” en la que muchos trabajan en el miedo y algunos otros trabajan para alimentar y desarrollar ese mismo miedo en su provecho particular. Nada se piensa, nada se dice, nada se sabe… Nadie conoce a nadie, en medio del más puro e inquietante silencio de los corderos.

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